Señoras, señores:
“Creí que hoy era mañana, pero ayer todavía”. La vida de una institución como la de un ser humano engloba al presente, el pasado en la memoria del presente y el futuro, presente esperanza.
Por lo que jamás olvidar los vínculos que unen al presente siempre fugaz con el pasado, con lo que ha sido y con el futuro, con lo que podría llegar a ser, teniendo ese pasado como horizonte y límite de posibilidades.
Para superar el pasado, es preciso no perder el contacto con él, por el contrario sentirlo bien bajo nuestras plantas, porque sí algo somos, es porque nos hemos subido sobre él – Ortega y Gasset- “ El Hombre y la Gente”.
“No es largo el pasado que es sino que lo largo es la memoria larga del pasado” – San Agustín.
Me llena de satisfacción más aún que de orgullo, el de hablar en este acto solemne con ocasión de los 25 años de la Sociedad Venezolana de Oncología, se lo agradezco de corazón al presidente: Dr. Elpidio Serra y demás directivos de esta docta corporación.
Hay honores que no se exigen pero tampoco se rehúsan. Como todo hecho humano la jornada que hoy cumple 25 años se presta a consideraciones, estoy convencido de que nuestros grandes triunfos en el campo de la oncología, son el resultado de una muy corta tradición científica acumulada.
Señores: los constructores del Panteón Francés, combinando sabiamente los trofeos republicanos, reales e imperiales han dedicado en Monumento Nacional, a todas las glorias de Francia.
Estas sencillas, ingenuas, emotivas palabras mías, van dedicadas a todas las glorias de la oncología nacional a las del pasado, a las del presente y a las del futuro. Frente al pasado que obliga, el presente que reclama y el futuro que espera, analizaremos la trayectoria de la lucha oncológica en el campo nacional, razón de ser y conciencia de nuestra Sociedad de Oncología.
En 1932 siendo Ministro de Sanidad Agricultura y Cría el Dr. H Toledo Trujillo, se crea un laboratorio de radioterapia con los doctores: Tomás Landaeta Sojo y Héctor Landaeta Payares, fue el primer centro oficial de lucha anticancerosa en el país.
En 1936, pocos meses después de la muerte del General Juan Vicente Gómez, ocupando la presidencia de la Republica el General Eleazar López Contreras y como Ministro de Sanidad, Agricultura y cría el Dr. Enrique Tejera, se separa Sanidad de la Agricultura y Cría, creándose el Ministerio de Sanidad en febrero de 1936, al frente del cual, continúa el Dr. Enrique Tejera, quien con una gran visión futurista, pues aún el cáncer no era un problema de salud, recuérdese que para ese entonces el promedio de vida de un venezolano era de 42 años; crear el Instituto Anticanceroso Luis Razetti un 5 de julio de 1936.
A veces los pequeños detalles determinan grandes decisiones. Al decretar el Dr. Enrique Tejera la creación del Instituto Anticanceroso Luis Razetti, complacía a su señora esposa, quien conmovida por la muerte de una amiga íntima de cáncer, le recordó que en el campo de la asistencia pública no existía nada organizado para la atención de estos enfermos, como siempre, detrás de la vida de todo grande hombre, siempre ha existido una gran mujer.
En ese Instituto, eminentes médicos cirujanos y radioterapeutas trabajando en equipo, inician una nueva era en la asistencia del enfermo canceroso en nuestro medio.
Quiero aprovechar la oportunidad para rendir un tributo de profunda admiración y respeto al primer cuerpo médico de la institución, constituido por los brillantes personalidades de los doctores y profesores: Manuel Corachán García, Tomas Landaeta Sojo, Lisandro López Viloria, Héctor Landaeta Payares, Hermógenes Rivero, Rudolf Jaffe, Antonio Requena, todos desgraciadamente desaparecidos, y Jorge González Cellis. Otto Paz, quienes aún continúan rindiendo labor útil de patria y ciencia.
En 1939, comienza la segunda guerra mundial, mientras la Europa se desangra y la barbarie se desata sobre el viejo continente, nuestra juventud médica ávida de conocimientos se desplaza hacia Norte América, en donde es recibida con la mayor amplitud.
Para ese entonces, el reciente descubrimiento de los antibióticos, el poder usar transfusiones en forma masiva, los grandes adelantos de la anestesiología, el hecho de disponer de todos los recursos materiales posibles en un país organizado con una juventud orgullosa del papel que comenzaba a ejercer Norteamérica de rectora en todos los confines del universo, permitió a todos los cirujanos norteamericanos, iniciar una nueva era en el tratamiento del cáncer, una cirugía agresiva que se dio por llamar radical y que indudablemente debía influir en todo cirujano oncólogo, aún en su conducta personal.
En las reuniones médicas sólo se proponían soluciones radicales a los problemas.
Entre los que nos desplazamos a Norteamérica estaba Bernardo Guzmán Blanco de nuestra misma promoción del año 1940, quien como bachiller en 5° y 6° años de medicina había iniciado su formación oncológica en el Instituto Anticanceroso “Luis Razetti” y había roturado en su alma juvenil la inmensa tragedia humana del enfermo canceroso de nuestro medio.
Durante sus 4 años de postgrado en el Memorial Hospital por cáncer en New York, se entrega en cuerpo y alma a su trabajo de residente quirúrgico con un gran espíritu de superación, dejando huella de su capacidad y vocación en una institución donde todos lo recordaban por su sonrisa cordial, rectitud y dedicada pulcritud. Su conducta abrió las puertas para que otros venezolanos fueran aceptados para el postgrado en el Memorial.
En 1945, regresa a Venezuela, logra ser nombrado asesor del Instituto Anticanceroso “Luis Razetti”, decide y planifica su transformación pasando por encima de los reglamentos y provocando una verdadera crisis en el seno de esta institución.
Toda revolución se justifica cuando no hay evolución o ésta se hace muy lentamente a través del tiempo y del espacio. Coincidencialmente en esta misma fecha, el País Nacional es sacudido por el movimiento revolucionario del 18 de octubre de 1945 pareciera que media Venezuela rechazaba lo hecho por la otra media y quería darlo por inexistente. Cada época es la resolución de ineludibles exigencias vitales, según el apremio de las circunstancias ambientales. No cabe suponer que un pueblo atraviesa períodos de ofuscación y períodos de clarividencia. Una indisoluble unidad traba todos los momentos de la vida, tanto el espíritu de unas épocas como el de otras, constituye nuestra herencia tradicional común, herencia que no se puede negar en cualquiera de sus proporciones.
Con el nuevo Ministro de Sanidad y Asistencia Social, Dr. Edmundo Fernández, logra Guzmán Blanco la creación de la División de Oncología sin consultar con los médicos del Instituto Anticanceroso “Luis Razetti”, quienes ofendidos en su dignidad profesional y personal, presentaron su renuncia irrevocable.
Hoy casi todos los que participaron en este conflicto que creó el primer cisma entre los oncólogos, han desaparecido, pero conociendo la alta condición humana, la tolerante sabiduría de los más agraviados, estoy seguro que con el tiempo se hubiesen llegado a una renovación y restitución de los vínculos de amistad. En ambos existían sentimientos iguales a los de hermanos enemigos de Schiller, uno de los cuales, dice al otro en el momento de la reconciliación, si antes yo hubiera sabido que eras tan justo muchos males se hubieran evitado.
El hombre es producto de la herencia, ambiente y cultura. Una de las señales de la característica de la personalidad es la hondura de los surcos que ella ha dejado a la herencia. Al producirse la renuncia de los médicos del Anticanceroso “Luis Razetti”, Guzmán Blanco, con todo el poder de decisión que había heredado de su abuelo, el Ilustre Americano, General Antonio Guzmán Blanco, se dedica a su reorganización. Comienza la más activa etapa de su fecunda vida, es el artífice de nuestra lucha moderna contra el cáncer. Con arreglo a poderosas afinidades selectivas, los hombres buscan a los hombres.
Continúan formando parte del nuevo Instituto que comenzó por llamarse “Oncológico Luis Razetti”, en vez de Anticanceroso, los Doctores: Hermógenes Rivero, Alberto J Rivero y Lisandro López Viloria y entran nuevos elementos: Drs. Víctor Brito, José Ramón Zerpa Morales, Luis H Rodríguez Díaz, Aquiles Ermini, Alberto Feo, Héctor Rumbos, Alejandro Calvo Lairet, Lisandro López Herrera y otros, entre ellos: el suscrito, en su mayoría de la “escuela norteamericana”.
Bajo la dirección del Dr. Guzmán Blanco, se constituye un grupo élite. Si llamamos élite el dominio de la especialidad respectiva, la disciplina en el trabajo y el afán de superación, el coraje para defender las convicciones y la capacidad de lucha y organización. Viejo principio castalio de la selección de los mejores, el origen de las élites – Hermann Hesse, en juego de Abalorio. Un viejo edificio destartalado se convirtió en el primer centro quirúrgico del país.
“No son los vestíbulos de mármol, los que proporcionan la grandeza intelectual, sino el alma y el cerebro del científico”. Fleming.
En ese Instituto, Guzmán Blanco establece por primera vez en el país, un sistema de residencia, un sistema de residencia organizada en el campo de la cirugía oncológica. Cual el sembrador del libro santo, lanzó la semilla del saber en todos los campos. Eso nos explica porqué en tan corto lapso se hayan formado en el Instituto Oncológico “Luis Razetti”, tan gran número de cirujanos de primera categoría, entre los cuales cabe destacar, a los doctores: Armando Marqués Reverón , Esteban Garriga Michelena, José A Ravelo Celis, Fritz Petersen, Edgar Grossmann Siergert, Luis B. Peña, Rafael Contreras Uzcátegui, Carlos González Morales, Oscar Rodríguez Grimán, Hector Escobar Forrondona, Víctor Grossmamm Siergert, Néstor Manrique C., Gustavo Pérez Giménez, Josías de Lima Camejo, Enrique Luongo Font, Francisco José Aguilera, Fernando Guzmán Fajardo, Rafael Villalba V. y Francisco Rincón Morales, etc.
Guzmán Blanco introduce en el país, la cirugía radical contra el cáncer, con coraje y fe en el futuro, operaciones con muy alta mortalidad y contando con un mínimo de recursos, jamás eludió responsabilidades. Un verdadero jefe acepta siempre la responsabilidad total de sus actos.
Organiza el oncológico con un criterio moderno, departa mentalización distribución del trabajo y delegación de responsabilidades, restringiendo su propio campo de acción.
Establece un servicio de cirugía radical de Cabeza y Cuello, al cual dedica todo su entusiasmo, con la excepcional autoridad del que colaboró a crear esa cirugía. Tuvo un ideal que no pudo realizar; la creación de un moderno Instituto de Oncología como centro asistencial de docencia y de investigación.
“todas las cosas tienen su tiempo y todo lo que hay bajo el cielo, pasa en el término que se la ha prescrito” Salomón- El Eclesiastés.
“los rayos siempre hieren las cumbres más elevadas” Horacio Odas.
“contemplado como se pasa la vida como se llega la muerte tan callado”, de la frase poética.
“hay un tiempo designado para todo, y un tiempo para cada cosa bajo el cielo, un tiempo para nacer y un tiempo para morir”.
Bernardo Guzmán Blanco muere el 22 de julio de 1961. Su labor es perdurable y su espíritu revive en el de sus discípulos. Los hombres pasan, sus obras quedan. Pertenece a ese reducido grupo de hombres cuyo paso por el mundo deja huella permanente.
Mucho antes de la muerte de Guzmán Blanco, siendo Ministro de Sanidad y Asistencia Social, el Dr., Alberto Arreaza Guzmán, año 1959, se crea el departamento de enfermedades crónicas e higiene del adulto, al frente del cual, es designado el Dr. José Ignacio Baldó. La idea era darles a las divisiones de Oncología y Cardiología, una cobertura nacional, tal cual lo había logrado la división de tuberculosis.
Baldó. Manantial de iniciativas e ideas creadoras, más que el saber, la sabiduría, es decir, la fusión inseparable del conocimiento de las cosas con la comprensión de los hombres. Libre de consignas, orienta su técnica flexible de acuerdo con las cambiantes necesidades de una etapa que considera de transición. El Dr. Baldó, logra reincorporar el Instituto Oncológico “Luis Razetti” a los servicios de Salud Pública. Le da al problema del cáncer un enfoque multidisciplinario y en vez del oncólogo integral propuesto por Guzmán Blanco, se dedica a programar la formación de cirujanos, radioterapeutas, anatomopatólogos, médicos internistas, citotecnólogos.
Como buen sanitarista incorporó el criterio preventivo en la lucha contra el cáncer, no solo la parte curativa que tanto había impulsado Guzmán Blanco.
Comisiona al Dr. Aquiles Erminy para estudiar en Norteamérica, la pesquisa del cáncer de cuello uterino que constituía nuestro mayor problema, y a la Dra. María Rivas para la organización de una escuela de citotecnólogos a quienes consideró indispensables en una campaña de pesquisa y diagnóstico precoz. Creó y regionalizó los centros primarios de lucha anticancerosa: hospitales zonales, tratando de planificar redes primarias y secundarias iguales a los existentes en la lucha antituberculosa, estableciendo referencia de abajo hacia arriba y supervisión de arriba hacia abajo.
Por motivos de salud se retiró en el año de 1965 del Ministerio de Sanidad y Asistencia Social. Su obra en este campo quedó trunca.
“dicen que el sol tiene manchas pero me impiden verlas el resplandor se su luz”.
Mientras más se eleva un ser humano, más ve el mundo, pero menos capta los pequeños factores determinantes del éxito en la práctica diaria de rutina.
Quizás la puesta en marcha de la investigación precoz del cáncer, no fue bien concebida al dispersar a los citotecnólogos en las medicaturas rurales, centros de salud, hospitales doctrinales, etc., en vez de agruparlos por zonas, teniendo como base un laboratorio de citología con 7 a 10 citotecnólogos, lo que les permite ver a cada uno de ellos un mayor número de casos, discutir los casos patológicos que no son frecuentes del 1 % al 2 %, mantener un permanente entrenamiento, bajo la supervisión de un anatomopatólogo, además en cada uno de estos centros laborando conjuntamente un trabajador social para localizar los casos patológicos que necesitan ser estudiados y tratados.
A la muerte del Dr. Guzmán Blanco asume la dirección de Oncología, el Dr. Edgar Grossmann, quien venía desempeñándose como su adjunto. Había elaborado a petición de Baldó, la cartilla oncológica preludio de la gran obra Cáncer al Día, de los doctores Raúl Vera V, y Luis E Palacios, en donde se informaba a estudiante, al médico general, todo lo que era nuevo en materia de cáncer, los procedimientos de diagnóstico y la conducta a seguir.
Grossmann comienza la dotación de equipos de radioterapia a los centros privados de la lucha oncológica, trata de extender la campaña de citología en escala nacional, pero limitaciones en la concepción y de realización se lo impidieron. Igualmente hizo lo posible por dotar de personal especializado a los diferentes centros. Lleno de rectitud, de riguroso decoro profesional, disciplina, con suficiente dominio del problema social del cáncer, no supo soportar la crítica de sus propios amigos, se aisló y se retiró en marzo de 1974.
A su salida lo sustituye un sanitarista, el Dr. Juan E. Sainsbury, siendo Ministro de Sanidad y Asistencia Social, el Dr. Blas Bruni Celli. Se crea el comité asesor de la División de Oncología, formado por brillantes personalidades ligadas a la lucha contra el cáncer. De vida muy efímera, su renuncia se produce cuando se dieron cuenta de que nada de lo propuesto se realizaba.
Viene luego una toma de conciencia por parte de los médicos del Instituto Oncológico “Luis Razetti”, en vista del deterioro de la lucha anticancerosa del país y a la mala atención del enfermo con cáncer por la escasez de recursos. Pusieron sus renuncias en manos de la directiva del colegio Médico del Distrito Federal. Se produce un movimiento que lideriza el Dr. Oscar Rodríguez Griman en su doble condición de Presidente de la Sociedad Venezolana de Oncología y de la Sociedad Bernardo Guzmán Blanco del Instituto Oncológico Luis Razetti.
Esta actitud tiene el más franco apoyo de la opinión pública nacional, quien se hizo eco de esa noble causa. Obligó al presidente de la República, Sr. Carlos Andrés Pérez, a la creación de la Dirección de Oncología en el Ministerio de Sanidad y Asistencia Social, al frente de la cual, por petición unánime del cuerpo médico de la Institución, fue designado el Dr. Víctor Brito.
Víctor Brito asume la Dirección de Oncología marzo de 1976, con la serenidad y la ecuanimidad de siempre, digno y recto, dice siempre lo que debe decir.
Su vida, desinterés y pulcritud y su obra, son ejemplares. Al tomar posesión de su cargo, organiza el mejor equipo humano por capacidad, eficiencia, vocación, en donde trabajan armoniosamente oncólogos y sanitaristas.
Oncólogos: Drs.: Oscar Rodríguez, Gerardo Hernández, Esteban Garriga Michelena, Juan Oviedo, Luis Anderson. Sanitaristas: Fayad Camel, Emilio López Vidal, Luis Capote.
Brito supo delegar funciones y responsabilidades. En efecto, nuestro rendimiento sería incomparablemente mayor, si nos permitiera más iniciativa, si se nos diese responsabilidades más amplias y el deseo y la oportunidad de superarnos.
El Dr. Brito, reabre la escuela de citotecnólogos que había estado cerrada y crea una nueva escuela de citotecnólogos en Carabobo, que permite formar cien citotecnólogos en 10 años para ser incorporados en escala nacional.
Se dotan de más y mejores equipos a los centros primarios. Se establecen dos nuevos Centros Primarios en Maracay y en Coro. Se aprovecha el programa de planificación familiar para extender la investigación del cáncer de cuello uterino. Toma la dirección del banco de drogas anticancerosas, creado por Funda Cáncer, Dr. Raúl Vera, la Dra. Acquatella y apoyo del IVIC.
En el interior del país propugna por el nombramiento del coordinador regional para, dirigir, impulsar, coordinar las actividades del programa y supervisar la labor de los médicos que en él participan.
Mejora sustancialmente el Instituto de Oncología Luis Razetti en dotación y ambiente. Alcanza su más alto nivel hasta el presente, los cursos de docencia para los residentes, bajo la dirección del Dr. Oscar Rodríguez.
El Dr. Víctor Brito, presta la más amplia y generosa colaboración a las instituciones privadas, las relaciones con el Hospital “Padre Machado” y la Sociedad Anticancerosa son excelentes.
Con una modestia ejemplar en su vida, su rectitud, su seriedad, su hombre de bien, con una virtud que tanto escasea entre nosotros, la gravedad, Víctor Brito cumplido su deber, se retira, dejándole el campo a los más jóvenes. El deber cumplido es la mejor almohada donde descansa la cabeza y conciencia. Bien merecido este homenaje que le rinde la Sociedad Oncológica.
Pletórico de juventud, entusiasmo, conocimientos, méritos y labor cumplida, asume en marzo del presente año la Dirección de Oncología, el Dr. Raúl Vera con un equipo humano integrado por los doctores: Aquiles Erminy, Fayad Camel, Juan Oviedo, Gerardo Hernández, Luis Anderson, Emilio López Vida, Luis Capote.
Entre sus múltiples credenciales el Dr. Raúl Vera: curso postgrado en la Universidad de Columbia, donde obtiene los títulos de Patología Quirúrgica y el American Board de Radioterapia en 1954.
En 1956 funda la Sección de Radioterapia en el Hospital Universitario. En 1957 funda el Servicio de Cobaltoterapia en el Instituto de Oncología “Luis Razetti”, comienza la formación de radioterapeutas en los cursos de postgrado que promueve la Universidad Central de Venezuela. Los primeros radioterapeutas oncólogos egresan en 1961.
Dos libros publica durante esta etapa: Manual de cobaltoterapia y posteriormente el libro a dos tomos llamado Cáncer al día que actualiza la problemática oncológica nacional e internacional.
En 1969, profesor visitante en la universidad de Yale, a su regreso instala el primer acelerador lineal en el país. Profesor titular y jefe de la Cátedra de Radioterapia de la Facultad de Medicina de la Universidad Central, la cual se funda en 1967.
Fundador y primer presidente de la Sociedad Venezolana de Radioterapia.
Fundador y primer presidente del círculo de Radioterapeutas Iberoamericanos, etc., etc.
Del Dr. Raúl Vera se espera los máximos logros. A quien mucho se le ha dado, mucho le será exigido.
Sector Privado – Sociedad Anticancerosa de Venezuela- Funda Cáncer –Sociedad De Amigos del Instituto Oncológico Luis Razetti. Pero por encima de todo, resalta la labor realizada por la Sociedad Anticancerosa de Venezuela, fundada en noviembre del 58 en el Club Campestre Los Cortijos. Sus promotores los Drs. Alejandro Calvo Lairet y Héctor Rumbos, quienes motivaron al sector privado constituyéndose una directiva presidida por el Sr. Raúl Santana y posteriormente por el Sr. Feliciano Pacanins. Tuvieron el valor de salir a la calle, de hacer del dominio público el problema del cáncer y por medio de la educación del pueblo crearon una toma de conciencia en todos los sectores de la opinión que se tradujo en un formidable movimiento de colaboración voluntaria que diÓ como resultado la magnífica obra, nunca vista entre nosotros de una organización modelo de lo que se puede conseguir a través de la iniciativa privada.
La fe del pueblo aumentó cuando se vio que todo lo que ofrecían, lo realizaban a corto plazo. Primero hicieron una campaña educativa con el objeto de llevar hasta la comunidad por todos los medios posibles, los métodos conocidos de prevención, diagnóstico y tratamiento del cáncer.
Crearon clínicas de prevención donde se enseñaron al público los síntomas alarmantes que requieren consulta profesional y la importancia del examen médico periódico para descubrir precozmente el cáncer.
Fundaron filiales en el interior del país, con el mismo objeto. Ponen en Caracas a funcionar la Residencia Alberto Plaza Izquierdo para darle albergue a los enfermos del interior que son tratados ambulatoriamente en nuestros hospitales, pero que por falta de cupo no pueden ser admitidos.
Hacen donaciones de equipos a varias instituciones hospitalarias, así dotan a la Universidad Central de Venezuela de un equipo de Isótopos Radioactivos y a distintos centros asistenciales del interior , de aparatos de radium para el tratamiento del cáncer.
Realizan jornadas científicas, y con fines divulgativos la semana del cáncer, y por último, se dedican a su máxima realización, la construcción del Hospital Padre Machado, el primer centro hospitalario de lucha anticancerosa creado por iniciativa privada en la América Latina.
Gran centro de asistencia con todos los recursos disponibles actualmente para el tratamiento del enfermo: cirugía, radiaciones, quimioterapia, inmunoterapia, centro de docencia de pre y postgrado de primera calidad, cursos de actualización por donde han pasado las figuras más relevantes de la oncología nacional e internacional, centro de investigación.
Toda esta inmensa labor tiene un nombre: Dr. Alejandro Calvo Lairet, a quien esta sociedad rinde un justo y bien merecido homenaje. A su regreso de Norteamérica del Memorial Hospital de New York, año 1947, es nombrado médico adjunto al Servicio General de Oncología del Instituto “Luis Razetti”. En plena juventud, con un suplemento de energía por encima de las exigencias cotidianas para el trabajo de rutina, dinamismo personal para el bien de la comunidad, sintió la necesidad de afirmar su autonomía de pensamiento y sentimiento y por ese motivo se retiró del Oncológico Luis Razetti, y con razones y gran pasión se dedicó a la inmensa obra por realizar.
No puede haber grandeza humana sin pasión. – Pascal. Para ser creadora la razón debe ser apasionada, así como la pasión necesita ser iluminada por las luces de que dispone la razón. Cuando más autentico es una existencia, más apasionada y apasionante es. La crítica favorable o adversa no cuenta. No eres mejor porque te alaben, ni peor porque te vituperen, lo que eres, eso eres.- Kempis- imitación a Cristo.
Con extensas credenciales en el campo de la asistencia de haber creado múltiples servicios públicos e instituciones benéficas, para la mejor atención del enfermo canceroso, en el campo de la docencia en la formación de muchos discípulos y promociones médicas qu ese honran con llevar su nombre, una gran labor científica a través de las sociedades médicas, jornadas, congresos nacionales e internacionales de la especialidad, una inmensa obra divulgativa a través de la prensa, radio, televisión, etc., bien se merece este homenaje.
Una nación se revela no sólo en los hombres que producen sino en aquellos a quienes honra. Y hoy nos honramos al honrar a estos dos grandes baluartes de la Oncología Nacional Drs.: Víctor Brito y Alejandro Calvo Lairet.
Funda Cáncer en 1974 nace por iniciativa del Dr. Reinaldo Cervini, quien da un importante aporte económico y todo el entusiasmo del Dr. Raúl Vera.
La creación entre nosotros del Banco de Drogas ha sido obra suya, así como también la organización de cursos de oncología avanzado para todos los especialistas y médicos del país, trayendo los más grandes representantes de la Oncología Internacional en cada campo.
El último celebrado en Margarita en marzo del presente año, con ocasión del Congreso de Cirugía fue un modelo de organización y de suma utilidad práctica y académica.
La Sociedad de Amigos del Instituto Oncológico “Luis Razetti” es obra de Rafael Bianchi Camaya, quien funda también una sociedad de ex pacientes, haciendo suya la parábola de Juan Santaella “ vivir es una herida que sana con amar la herida ajena”- servicial para con todos , médicos y enfermos , Bianchi es de los que más ha contribuido en el medio hospitalario a hacer una medicina más cordial y humana, el trabajo convertido en complacencia.
Ser de sentimientos, el paciente necesita ser comprendido y sostenido en sus angustias. Y no es por supuesto sólo el dolor físico el que el médico debe combatir, más sufre el hombre por dolores espiriruales y por esgarraduras psíquicas que por cualquier alteración momentánea en su organismo. El primer deber humanista del médico es cambiar esas angustias. La confianza nace con frecuencia de una simple actitud de atención extrema. Y por eso admiro más a aquellos que son para los enfermos sus mejores amigos, que los otros que tratan y sanan a sus enfermos en medio de una atmósfera de asepsia efectiva.
SOCIEDAD DE ONCOLOGÍA, fundada en 1954, cumple 25 años de fundada labor. Fue precedida por la Sociedad Venezolana de Cancerología, fundada por los precursores de la oncología, pero de vida efímera. Su primer presidente fue el doctor Pedro González Rincones, hombre de extraordinaria cultura, enorme experiencia clínica, de los fundadores de la radioterapia entre nosotros, y con capacidad de sugerir orientaciones nuevas en los caminos de la especialidad. Desde entonces y cada 2 años han ocupado su presidencia los doctores: Alberto Rivero, Víctor Brito, Albero Rivero por segunda vez, Armando Márquez, Esteban Garriga Michelena, Raúl Vera, Oscar Rodríguez Griman, José Antonio Esteves, Elpidio Serra. El Dr. Alberto Rivero es probablemente quien ha dado el mayor aporte personal a la permanencia de la Sociedad Venezolana de Oncología como institución científica. Del decir de uno de sus discípulos, no es uno de los pilares de la institución, es la Institución misma. Fue un segundo presidente y cuando la sociedad por factores cirscunstaciales dejó de funcionar desapareciendo de hecho, tomó nuevamente su conducción y le dio vigencia, revitalizándola tanto desde el punto de vista administrativo como científico. Realizó las primeras y segundas jornadas de oncología en Caracas y Barcelona respectivamente y organizó las primeras seccionales. Fue, d eigual modo, el fundador y el primer director del órgano de divulgación de la Sociedad de Oncología “Luis Razetti”, es pues merecedor de nuestro sincero reconocimiento por la labor cumplida discretamente, conforme a su modo de ser.
La Sociedad Venezolana de Oncología ha logrado grandes objetivos: labor informativa de divulgación y enseñanza en el gremio médico a través de cursillos de actualización, tres jornadas científicas, un Congreso Integral Latino Americano de Oncología organizado por los Drs. Armando Márquez, y Raúl Vera. Durante la presidencia del Dr. Raúl Vera y por iniciativa propia. Contribuyó a la dotación de cesio, aplicadores de Henschke de carga diferida a los servicios de radioterapia del interior del país.
Además, después de una serie de sesiones de la Academia Nacional de Medicina, logró el reconocimiento de esta docta corporación de la necesidad de la enseñanza de la Oncología en el pre y postgrado.
La Sociedad de Oncología tiene grandes proyecciones para el futuro, aglutinando esfuerzos, evitando pugnacidades que solo restan energía y tiempo a las tareas creadoras, constructivas. Campañas nacionales para luchar contra el cáncer en sus localizaciones más frecuentes entre nosotros.: útero, mamas, estomago y púlmones -acción educativa y preventiva- unir esfuerzos con la Sociedad de Neumonología para luchar contra el hábito del cigarrillo, con lo cual lograríamos evitar, prevenir el cáncer del pulmón en sus dos terceras partes, comenzando por lograr que los médicos dejen de fumar- luchar contra la contaminación ambiental, al frenar los carros, miles de fibras de asbestos se liberan, causa de los mesoteliomas pleurales.
Otra meta sería mejorar la docencia de cáncer de las universidades, lo cual no es posible en las circunstancias actuales, sería necesaria la selección, limitar el cupo, reducir el ingreso a los mejores, para hacer una docencia jerarquizada. Cuando el estudiante en primer año estudia en la histología normal, la célula con todas sus características, se haga lo mismo con la célula cancerosa y, ay de él, se pueda hacer un citotecnólogo. Al estudiar la bioquímica, se insiste por igual en la bioquímica de los tumores. Al comenzar a conocer en la fisiología, aprenda a reconocer las alteraciones que en el funcionamiento normal de los órganos, aparatos o sistemas provocan la aparición de un tumor maligno. Cuando el estudiante se inicia en la semiología aprende por igual a explorar un órgano enfermo, los grupos ganglionares y en esa forma llegar al diagnóstico y al tratamiento de los tumores por medio de conociminentos jerarquizados a través de los 6 años de su carrera universitaria, supervisados por un coordinador de docencia oncológica. Y una última meta, un ideal, el Instituto Nacional de Cáncer dentro de un complejo Hospitalario, para una asistencia altamente especializada, para la docencia a todos los niveles y una investigación de alto nivel.
Señores: no quisiera terminar sin recordar a los grandes precursores de la oncología en el interior del país.
Lino Maradey desde 1940 inicia en Ciudad Bolívar, el tratamiento del cáncer con cirugía y radioterapia después de haber estado durante un año en Cuba en el Instituto de Cáncer de la Habana; fue de los pioneros y aunque se limitó a cánceres superficiales, su labor fue útil y desinteresada.
En el Instituto de Oncología “Miguel Pérez Carreño de Valencia”. Los doctores: Zabala Raños, brillante cirujano y Polo Castellanos, experto radioterapeuta, desgraciadamente desaparecidos, trabajando en equipo realizaron una labor de grandes proyecciones.
En Maracaibo, dos grandes oncólogos: el Dr. Borgas Duarte, profesor de la oncología de la Universidad del Zulia, la única Cátedra de Oncología en nuestras Facultades de Medicina que ejerce con pasión y fervor , no dando nunca por terminado sus deseos de crear, de hacer, sin descansar y conjugando el saber erudito y el saber enseñar. Y el Dr. Acosta Galbán, jefe de Servicio del Hospital Chiquinquirá, modelo de eficiencia, de vocación, de rendimiento en una labor que no tiene comparaciones.
Señores: queremos agradecer a todos los que nos honran con su presencia y especialmente a las damas que con su belleza lo enaltecen. He dicho.