Toda obra humana por el hecho de ser producto del esfuerzo del hombre no es perfecta, el ser humano es falible por naturaleza, por esta razón es probable que en todo trabajo escrito aparezcan errores.
La palabra errata según el Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua, tiene origen en el idioma latín, en el vocablo igual: errata y es aquella equivocación material cometida en un texto o manuscrito, se aplica exclusivamente al error tipográfico o de imprenta (1).
Quienes escriben cuando ven publicado el texto de sus aportaciones y se encuentran con el cambio de palabras que a veces repercute en el concepto que quisieron emitir, suelen tener que resignarse ante esta situación o aclarar mediante la Fe de Erratas, definida como la enmienda de los errores publicados (1).
La errata se conoce desde los principios de la escritura, cuenta una leyenda egipcia que los antiguos escribanos cuando grababan sus jeroglíficos en piedra, colocaban a un lado de la misma una pequeña pirámide cuyo único objetivo era asentar en ella los posibles errores.
Muchos piensan que la Fe de erratas no atenúa el impacto del error cometido y que en la mayoría de los casos los lectores no las toman en cuenta.
En la literatura mundial hay ejemplos muy famosos de erratas, en la gramática de la fantasía de Gianni Rodi (1920-1980), en la obra de Charles Perrault (1628-1703) “La cenicienta”, donde las célebres zapatillas no eran de cristal (verre) sino de piel de marta cibelina (vaire). El error se comete por asociación fónica, juego verbal involuntario, cansancio del corrector etc. y quedó en este caso para la posteridad (2,3). Estos errores han sido estudiados por el psicoanálisis y son considerados como expresiones de motivaciones inconscientes.
El mundo de la informática no se escapa de los errores, estos se denominan “bugs” traducidos como “bichos, sabandijas, chinches” estos han arruinado palabras, frases y conceptos que quedan en los CD-ROM, al ser copiados o “quemados” el error se difunde con la velocidad que el mundo moderno le impone a la vida.
Suele decirse que en las imprentas existe un personaje diminuto, un espíritu fantástico que aparece como un enano y es llamado “ duende, gnomo, elfo, trol”, pertenece a la mitología popular nórdica y es el responsable de cambiar las palabras y el sentido del texto escrito. El duende de las imprentas es una frase humorística, pertenece a la magia de los cuentos de hadas, a lo fantástico a la inefable ilusión humana de cargarle sus culpas y errores a lo no conocido, a lo irreal e impredecible, es por ello que en algunas imprentas para alejar al duende colocan amuletos, pájaros, oraciones y realizan conjuros por aquello “de que vuelan, vuelan”.
Para evitar la errata y que el duende de las imprentas no nos haga una mala jugada, debemos los editores de revistas y los correctores trabajar en conjunto y utilizar el “cotejo” con la finalidad de minimizar en lo posible los errores, incluyendo los de revisión.
Amigo lector la única obra perfecta es aquella hecha por Dios, las erratas son involuntarias y como dice José Saramago en Historia del Cerco de Lisboa “sólo el revisor ha aprendido que el trabajo de corregir es el único que no se acaba en el mundo”…