Una de las más grandes preocupaciones del radioterapeuta cuando se enfrenta a un tumor maligno, consiste en que se debe destruir el tumor sin lesionar gravemente el tejido normal donde el mismo se asienta. En relación a la respuesta de los tumores al ser irradiados, se pueden clasificar en tres grupos; los muy radiosensibles, los medianamente radiosensibles y los radioresistentes. Las respuestas de la célula, al ser irradiada, depende fundamentalmente de la longitud de su ciclo vital, el período del ciclo en que se encuentre y la magnitud de la injuria que sufra por acción de la radiación. La injuria inicial depende, fundamentalmente, de la cantidad y calidad de las radiaciones, de tal manera que mientras mayor sea la población celular, mayor será también, el número de células que mueren en cada oportunidad, pero también será necesaria una dosis total mayor para esterilizar la totalidad de las células. El efecto de la radiación ionizante sobre las células deriva de procesos de ionización y de excitación, que se suceden en una proporción igual con todos los tipos de radiaciones. Ha sido demostrado por todos los investigadores que, la tensión de oxigeno tisular es uno de los factores más importantes que influyen en la radiosensibilidad de las células. El conocimiento de la acción sobre la radiosensibilidad de las células, ha llevado a muchos investigadores a la utilización de técnicas de radioterapia variando el nivel de oxigeno tisular, con el propósito de incrementar la respuesta de los tumores a las radiaciones ionizantes. La radiosensibilidad celular está en relación directa con el volumen del núcleo y de los cromosomas en la interfase, y está en relación con la capacidad de síntesis del ácido desoxirribonucleico (ADN) y que los daños que la radiación produce en las moléculas de este ácido son los más importantes entre los factores determinantes de la muerte celular.