Señores miembros de la junta directiva, estimados colegas, señoras y señores.
Le agradezco profundamente a la Sociedad Venezolana de Oncología, el gesto de nombrarme miembro honorario de la Institución. Hoy casi retirados de mis actividades médicas, por motivo de salud, me es más placentero este honor.
La disminución del trabajo rutinario, en el ejercicio privado, me ha permitido escribir un pequeño libro que he titulado “Compendio de una vida”, el cual, ofrezco humildemente esta noche a la Sociedad Venezolana de Oncología. En sus páginas encontraran sus miembros, los cambios y transformaciones acaecidos en nuestra patria en los últimos 60 años, especialmente en el campo de la medicina y la especialidad de la Oncología.
Tomo del epílogo del libro , para leérselos a ustedes, algunos pensamientos escritos en forma de máximas; que me han guiado en el duro camino del ejercicio profesional, y a la práctica, de los cuales, debo el honor que ustedes me dispensan esta noche; y así pensando, les diré:
Considero que mi vida no ha sido inútil, y que he realizado algo en beneficio de la colectividad; creo también que este es el resultado de la constancia en el trabajo, de la necesidad de hacer algo en bien del prójimo, y de la fe que tengo en mí mismo y en lo que estoy llevando a cabo.
He trabajado sin descanso, y esto, porque mi conciencia en un juez severo que no me permite permanecer tranquilo cuando hay todavía algo que hacer.
Siempre he tratado de sacarle provecho al tiempo, tratando de llenar mi mente con todos los conocimientos que he podido.
No he vacilado de hacer pausas en mi camino para entender a los necesitados y efectuar tareas que no dan prestigio, aunque hacen mucho bien, tal vez el trayecto se me ha hecho más largo y más penoso, pero me ha dado más satisfacciones.
Si hubiera querido, hubiera obtenido posiciones y honores para deslumbrar a los demás, pero nunca me hubiera convencido a mi mismo.
No aspiré a tener grandes riquezas, solo pensé en adquirir lo necesario para la seguridad de mi familia, y ahora sé que estaba en lo correcto, pues no es con dinero con lo que se compra la felicidad.
A veces pienso, que primero se despierta el Orinoco de su lecho, que la conciencia de algunos de nuestros compatriotas.
Muchos venezolanos se inclinan ante la opulencia mal habida, otros se acercan a la miseria creada por el despojo y la injusticia, entre las dos realidades, siempre me he colocado a lado de los humildes, para prestarles atención a sus sufrimientos y a sus males.
Sin embargo, hay colegas que no pueden perdonarte, el que tengas una actividad profesional verdaderamente digna, y que al mismo tiempo, te guíes por grandes ideales.
Sin duda alguna debe ser triste, el alma del médico que ejerce su profesión y su especialidad, por la que no siente ni cariño ni amor y sólo lo hace por el beneficio económico.
La verdadera medicina encierra amor, bondad, dedicación, comprensión y sacrificio, que son los mejores medicamentos para devolver la salud al ser humano.
Es lastimoso decir que los beneficios que reportan los descubrimientos científicos a la medicina de hoy en día, son opacados por la deshumanización del médico moderno.
Creo firmemente que la medicina ofrece una gen recompensa, encerrada en el privilegio del poder hacer el bien al ejercerla.
Curar a los enfermos y especialmente a los enfermos cancerosos, es un don divino y el que emplea este don para obtener otros beneficios, no merece poseerlo.
Estas máximas, me han ayudado a permanecer honrado y digno, en una época, donde las realizaciones se miden por patrones convencionales egoístas, y donde el triunfo se calcula por los beneficios monetarios obtenidos, así sean provenientes de personas aturdidas y desesperadas, como la mayoría de los enfermos cancerosos.
Gracias una vez más, por el honor que me ha sido concedido.