En calidad de Presidente electo de la SVO, me toca esta noche dirigir a esta distinguida audiencia unas breves palabras. Serán breves por necesidad, pues por una parte no poseo dotes de oratoria, y por la otra, creo preferible actuar primero y luego hablar de las realizaciones alcanzadas.
Ante todo, debo dar las gracias, tanto en nombre de los colegas que me acompañarán en la Directiva como en el mío propio, a todos aquellos que nos llevaron a ocupar esta posición que nos honra y al mismo tiempo nos compromete. Es bien sabido que en agrupaciones científicas de este tipo, los triunfos que se alcanzan, así como, las metas fijadas que no se logran, son el producto del trabajo y dedicación o falta de ellos, de un grupo de personas y no de una sola en particular. Es por ello que desde este momento invito a mis compañeros de Directiva, a que juntos trabajemos con tesón y ahínco, a fin de tratar, si no de sobrepasar, al menos de igualar los brillantes logros de directivas anteriores.
Deseo fundamentalmente en esta ocasión, referirme a algunos aspectos del estado actual de la Oncología en Venezuela. Debo ante todo señalar, que a pesar que nuestro país cuenta con un material humano médico y paramédico de incuestionable valor científico, que no tiene nada que envidiarle al de los países llamados desarrollados y, que vivimos en un suelo, o subsuelo si Uds. lo prefieren, de inmensos recursos económicos, es lamentable decir que hasta el momento, esta disciplina médica ha adolecido de una serie de fallas que nos han llevado a ocupar una posición rezagada, no solo con respecto a los países industrializados, sino lo que es más grave, con respecto a otros de nivel de desarrollo similar al nuestro, y aún, en algunos aspectos de nivel inferior.
En cuanto a la investigación en cáncer, es poco lo que se ha hecho o se está haciendo. Y conste, que no me refiero a la investigación pura o muy sofisticada, sino inclusive a la simple investigación clínica. No puedo negar que se han realizado y probablemente se estén realizando trabajos de indudable valor, pero generalmente son esfuerzos individuales o de escasos grupos bien identificados. En todo caso, se carece de una verdadera planificación y coordinación de un organismo rector, que señale las áreas críticas que deban ser objeto de investigación prioritaria y, que además, permita conocer a nivel nacional los diferentes campos de investigación que se han explorado o estén en vías de exploración.
Respecto a la docencia oncológica de pregrado, es bien conocido el hecho de que los médicos recién graduados no egresan de nuestras universidades con la preparación adecuada y deseable, para poder enfrentar en este campo, ni siquiera las situaciones poco complicadas que se les presentarán en su vida profesional. En cuanto a la docencia de postgrado, con miras a la especialización, existen tan pocos centros para la formación de médicos oncológicos, que podrían contarse con las dedos de una mano y, todavía sobrarían dedos. Además de esto, dichos centros están orientados principalmente a la formación de cirujanos. La formación de otros especialistas dentro del vasto campo oncológico es prácticamente nula, excepción hecha de los radioterapeutas, pero aquí también, es el producto de la capacidad y esfuerzo de un grupo bien conocido.
No deseo entrar en detalles en lo referente a prevención del cáncer, como tampoco en cuanto a la asistencia y rehabilitación del paciente canceroso, por no fastidiar a la audiencia con la problemática que este representa y que conocen perfectamente los colegas que aquí se encuentran. Basta decir que además de lo señalado en cuanto a investigación y docencia, la falta de presupuesto adecuado, del déficit de camas hospitalarias, de la insuficiente dotación de equipos de trabajo; del errado concepto de contratación médica “por horas”, en lugar de tiempo completo o dedicación exclusiva, de otra serie de fallas que sería tedioso enumerar y en general de una falta o inadecuada planificación y coordinación en la lucha anticancerosa, han incidido desfavorablemente en los renglones antes mencionados de prevención, asistencia y rehabilitación.
Mortifica y lleva a meditación el hecho de que a Venezuela le cabe el dudoso honor de haber aparecido recientemente en estadísticas internacionales serias como primer país “productor” de cáncer del cuello del útero. Y esto, a pesar de que como se ha dicho a todos los niveles y en múltiples oportunidades, es un cáncer relativamente fácil de prevenir y prácticamente curable en el 100 % de los casas en su etapa preclínica.
Aunque soy de los que creen que no deben hacerse críticas, aun cuando sean constructivas, que no conlleven al menos un intento de solución, estimo que no es oportuno el momento para señalar posibles soluciones, ni menos aún, para buscar “chivos expiatorios”. Quiero decir, sin embargo, que no considero responsable de esta situación a ningún gobierno o institución determinada, pues tanto los gobiernos como las instituciones están formadas y manejadas por hombres, que son al fin y al cabo, los que fallamos, no aquellos como entes abstractos. Todas las angustias, frustraciones e impotencia por no poder hacer más, que diariamente sufrimos los que en una u otra forma nos hemos dedicado a prevenir, aliviar o curar a personas amenazadas o portadoras de este terrible flagelo, no podemos conformarnos con comentarios y soluciones a nivel de pasillos o cafeterías de los hospitales. Tampoco podemos sentarnos en una actitud franciscana y romántica, pero afortunadamente arcaica y ya superada, de dejar hacer, dejar pasar. Tenemos que buscar ayuda a todos los niveles y luchar sin descanso, pues si nosotros descansamos, el cáncer no descansa y cobra diariamente millares de nuevas víctimas.
En mi opinión, toda esta problemática y otros factores que con seguridad se me escapan, es lo que ha hecho que de un tiempo a esta parte, algunos grupos o personas, bien con ayuda oficial, de la iniciativa privada o ambas y, aún sin ayuda oficial, se hayan dado a la tarea de poner en ejecución planes ambiciosos dignos de todo encomio y, sin ningún tipo de interés económico, pero que indudablemente deberían haber sido planificados y ejecutados por la acción oficial. Es el caso de la Junta Directiva de esta Saciedad durante el período 1972-1974, la cual, en base a una idea del Dr. Raúl Vera, a quien cabe todo el mérito de la organización, ejecución y resultados de la misma, se abocó a poner en marcha un plan de tratamiento del cáncer del cuello uterino con cesium radiactivo, mediante el procedimiento de carga diferida. Para esto, el Dr. Vera obtuvo la ayuda oficial del para esa época Presidente Dr. Rafael Caldera, del Instituto Nacional de Hipódromos y de la iniciativa privada, representada por amigos venezolanos y colegas extranjero. Tanto el plan como los resultados de 3 años han sido presentados en congresos internacionales y recientemente en el Instituto Oncológico “Luis Razetti”, donde ha merecida todo tipo de elogiosos comentarios que han puesto en alto el nombre de Venezuela.
Así mismo, la unión de esfuerzos entre las Sociedades Venezolanas de Oncología y Hematología, IVIC, Dirección de Oncología y la ayuda del Dr. Reinaldo Cervini, dió lugar a la creación de un Banco de Drogas Antineoplásicas, el cual, ha sido de indiscutible utilidad en la terapéutica oncológica.
Más recientemente, el Dr. Luis Anderson, con ayuda del Congreso Nacional, especialmente de la fracción parlamentaria de Occidente, de la Asociación Pro-Venezuela, particularmente del Dr. Reinaldo Cervini y de la Dirección de Oncología del Ministerio de Sanidad y Asistencia Social, va a comenzar en los estados andinos un programa, de investigación sobre el cáncer gástrico, primera causa de muerte por cáncer en nuestro país. No podemos hablar hoy de resultados, pero en manos del “Chino Anderson”, no dudamos del éxito del programa.
Menos suerte, en el sentido de no haber contado con ayuda oficial ha tenido el Dr. Rafael Villalba, pero esto seguramente lo hace acreedor a un mayor mérito. El Dr. Villalba, solo con la ayuda inicial y temporal de la Sociedad Amigos del Oncológico y la colaboración de un grupo de jóvenes médicos y algún personal paramédico, ha planificado y desarrollado una magnífica labor de pesquisa y detección precoz del cáncer del cuello del útero en la Isla de Margarita, donde existe una alta incidencia de esta afección. Los resultados presentados son altamente satisfactorios y de un valor incuestionable. Esto se dice rápido, pero pocos saben que para obtener lo que él y sus colaboradores han conseguido, hubo viajes semanales durante mucho tiempo a la isla y no para bañarse en sus bellas playas, sino para trabajar por una idea de gran proyección social. Lamentablemente he tenido noticias que, por razones que no vienen al caso ahora analizar, esta labor se encuentra actualmente interrumpida. Esperamos que sea solo transitoriamente, ya que cuando las ideas son buenas y de gran contenido social, deben implementarse todas los medios necesarios para llevarlas a su feliz consecución.
Me parece justo señalar también la reciente labor del Dr. Francisco Scannone, quien también con ayuda oficial y de la iniciativa privada, ha emprendido una lucha a muerte para lograr la creación de una Biblioteca Oncológica, que sea modelo en nuestro país y que merecidamente lleva su nombre. Hoy podemos decir que el Dr. Scannone ha ganado la pelea, pues aunque todavía algo falta, estamos seguros que con el tesón que lo caracteriza, llevará a feliz término la labor que él mismo se ha fijado. También ha sido grande su ayuda en la realización de una escuela para citotecnólogos, que actualmente está en construcción en el Instituto Oncológico “Luis Razetti” y que pronto entrará en servicio.
Para terminar, quiero decir que la reciente creación de la Dirección General de Oncología por el Presidente Carlos Andrés Pérez, ha traído fundadas esperanzas para poder efectuar una bien dirigida y planificada campaña de lucha anticancerosa a nivel nacional, en el sentido más amplio. Si como entendimos, la idea del Presidente fue la de crear un organismo adscrito al Ministerio de Sanidad y Asistencia Social, con presupuestos adecuados y poder de ejecución suficiente, entonces tenemos planteado un reto, ante el cual no podemos darnos el lujo de fracasar, y digo tenemos, porque estimo que tanto los ejecutivos de la Dirección de Oncología, como los médicos oncólogos del país, debemos trabajar al unísono y complementarnos mutuamente para elevar a la oncología venezolana al puesto que le corresponde en el ámbito nacional e internacional. Va a ser una lucha ardua, cuyos resultados no podrán ser vistos a corto plazo, pero por conocer las dotes personales y acendrada vocación de trabajo de los integrantes actuales de la Dirección, no dudamos que coronarán con éxito sus esfuerzos.
Como Presidente de la Sociedad Venezolana de Oncología, a nombre de los integrantes de su Junta Directiva y Miembros de la Sociedad, me permito ofrecer a los amigos de la Dirección de Oncología nuestro más decidido apoyo y colaboración en todo lo que ellos consideran que podemos serles de alguna utilidad.