Vemos con preocupación, la situación que atraviesa el Instituto de Oncología Luis Razetti, y que ha culminado en un conflicto que envuelve a los integrantes de una de nuestras instituciones patrocinantes: la Sociedad Médica Bernardo Guzmán Blanco.
Conociendo la mística de los miembros de esa sociedad, entendemos que ha de ser realmente angustiosa la situación que los lleva a una lucha que, como proclaman, es en defensa de los pacientes desasistidos de ayuda en las esferas oficiales, donde no tienen dolientes.
Grave acusación a las autoridades sanitarias y gubernamentales por personas con estatura moral suficiente como para que no se les desestime. Más cuando esto ocurre después del desmembramiento de la única otra institución oficial dedicada al tratamiento del cáncer, el Instituto Dr. Miguel Pérez Carreño, del estado Carabobo.
Si puede ser considerada como aceptable la eliminación de los sanatorios antituberculosos cuando la peste blanca ya no acusa los índices de mortalidad que lo hicieron temible, luce un exabrupto la desatención a los institutos oncológicos cuando el cáncer es la segunda causa de muerte en nuestro país, para los adultos.
Sabemos de la tendencia por algunos sanitaristas a considerar como dispensables los hospitales especializados, ¿Pero acaso no acaba de ser creado el Instituto Nacional de Cancerología? No entendemos esta incoherencia en la política sanitaria sino como resultado del influjo de tendencias personalistas.
Exhortamos a todos los interesados en el estudio y el tratamiento del cáncer a cerrar filas para presionar a las autoridades a revivir el proyecto de creación del Instituto Nacional del Cáncer que pudo corresponder a una concepción megalomaníaca en su inicio, como injustamente se le acusó, pero que actualmente es una perentoria necesidad.