Todo parece indicar que en la historia de la medicina nacional está llegando a su fin la etapa del predominio del médico especialista. En los últimos años han surgido nuevos planteamientos acerca de la necesidad del médico de familia, tan amado y añorado por las generaciones pasadas. ¡Así es la vida! Esto, en parte, es debido a la influencia determinante de países más desarrollados y más cuidadosos en la elaboración de sus planes de salud que el nuestro; pero de todas maneras, y sin ningún género de dudas, lo reconocemos como una necesidad real y perentoria.
El médico especialista, sobretodo cuando la especialidad se hace precozmente, sin una buena experiencia en medicina rural y medicina general, tiene muchas desventajas. Aparte que contribuye a la atomización de la persona enferma, la especialización hace que el médico, mientras más se consagra al estudio y a la practica de una rama especifica de la medicina, tenga menos tiempo y menos capacidad para absorber los conocimientos relativos a las demás, de tal manera que, cada vez se va haciendo más ignorante acerca de la patología que no está relacionada con su especialidad. No obstante, no debemos olvidar que la especialización en medicina responde a criterios muy bien definidos y fundamentados, que hacen necesarias la formación y actuación del médico especialista.
En síntesis, uno y otro son muy necesarios en la elaboración y desarrollo de los programas de salud. Por eso, tenemos que atender, con la urgencia que el caso amerita, a la formación del médico que pueda estudiar y tratar a la persona enferma desde el punto de vista de salud integral, entendiendo por está “el bienestar físico, mental, social y espiritual de la persona”, como fue definida en la Consulta Cristiana sobre Salud Integral realizada en Omoa, Honduras, en marzo de 1979, bajo el patrocinio de la Comisión Médica Cristiana del Consejo Mundial de Iglesias. Esta es la misión del médico general familiar, el cual, para el cabal y más eficaz cumplimiento de la misma, debe recibir una enseñanza teórica y práctica adecuada no solo para enfrentarse a la enfermedad en sí, sino a las repercusiones de carácter psíquico, social y espiritual que la misma determina en el paciente y en la familia. En este sentido, queremos hacer ciertas consideraciones que nos parecen de interés.
Sin descartar las experiencias y patrones de otros países, que son de mucha utilidad, debemos procurar formar un médico que sea capaz de aplicar los conocimientos y experiencias adquiridos a la familia venezolana. Para ello, debe tener una preparación sólida y siempre actualizada de la patología más frecuente en el país y un conocimiento amplio de la idiosincrasia del venezolano, del medio donde vivimos y actuamos y, de los recursos con que contamos. Y precisamente, en relación con estos puntos, vamos a ubicarnos en la perspectiva de la oncología, la cual, debe ser parte fundamental en la formación de nuestro medico general familiar, por las siguientes razones:
1ª El cáncer ocupa el tercer puesto en la escala de mortalidad en nuestro país, siendo responsable por alrededor de diez mil muertos al año; pero sus posibilidades de curación son mucho mayores mientras más temprano se diagnostique y se trate adecuadamente.
2ª Uno de los factores que inciden muy desfavorablemente en la curación de nuestros pacientes cancerosos es el diagnóstico tardío, entre cuyas causas, unas son incriminadas a los propios enfermos y sus familiares, pero otras son determinadas por las fallas en la enseñanza de la oncología que se observa en todas las escuelas de medicina.
3ª El médico general familiar, sí tiene una buena formación oncológica, podrá ayudar mucho al diagnóstico precoz del cáncer, orientado de manera adecuada a los integrantes de la familia y estimulándoles para que asistan a las consultas de pesquisa y diagnóstico precoz, y ante cualquier signo de alarma, no tardará en referir al enfermo a un centro o especialista competente. Ayudará con sus consejos, estímulo y asistencia a que el enfermo cumpla a cabalidad su programa diagnóstico y terapéutico y sus controles post tratamientos. Será un factor de primerísima importancia para infundir en el paciente y su familia la fe, la confianza y el optimismo, tan favorables en estos casos, contribuyendo a erradicar la angustia, la ansiedad y el pesimismo, que son tan desfavorables. Por otra parte, contribuirá en mantener las mejores relaciones entre el paciente y su familia y entre ambos y el médico o los médicos tratantes, y, por último, si actúa convenientemente, su acción se y traducirá en una disminución de la salida de divisas y de cuantiosos gastos en que incurren el paciente y su familia, la mayoría de las veces por indicaciones y presiones indebidas, en viajes innecesarios al exterior. Ahora bien, si el médico general familiar no cuenta con una buena preparación oncológica, actuará negativamente en todos estos aspectos y el enfermo verá disminuidas sus posibilidades de curación.
Dios todopoderoso nos ilumine y nos ayude en el propósito de lograr un médico general familiar que responda realmente a las necesidades de la familia vVenezolana.